martes, 4 de noviembre de 2008

“If you can’t play it on an acoustic guitar or a grand piano, then it’s not a song”
Christopher Cross

En el ámbito de la música actual más o menos “elaborada” (me refiero con este término a aquellos artistas con ambiciones superiores a la de convertirse en el nº 1 de politonos de móvil), uno de los aspectos que me resultan más curiosos es la existencia de ciertos iconos, positivos o negativos, de los que es difícil moverse si no quieres que la gente te mire con cara rara por encima de sus gafas de pasta. De este modo, con independencia de que te molen The Shins o seas un detractor de Los Planetas (bienvenido al club en ese caso), hay cosas que no se pueden tocar. Me ejplico: por el artículo 33 del Código Civil Gafapastil, cualquier persona física que cometa infracciones de distinta naturaleza, entre las que se tipifican reconocer su debilidad por los Backstreet Boys o aseverar que Neil Young aburre a las ovejas, será automáticamente incluido en la clasificación de los ignorantes con criterio despreciable, por utilizar un término suave.

Yo personalmente paso de esas vainas, y desde mi ignorancia me gusta y me disgusta la música en su conjunto, sin prejuicios. Así, como buen gallego, lo mismo te digo una cosa que te digo la otra. Lo mismo defiendo que el guitarrista de Hombres G toca bastante mejor que Keith Richards, que me preocupo por la salud mental de alguien capaz de escuchar 3 LPs seguidos de Leonard Cohen sin darse cabezazos contra la pared.

Uno de esos iconos intocables es el señor Robert Allen Zimmerman, más conocido en los ambientes como Bob Dylan. Durante su larguísima trayectoria –a mi juicio ya demasiado larga-, Dylan se ha convertido en uno de esos rarísimos artistas capaces de contar con el reconocimiento unánime de crítica y público (siempre que leo o digo algo así me acuerdo del chiste de Faemino y Cansado: “doctor, no sé que me pasa; soy crítico de cine y me gustan las mismas películas que a todo el mundo…..”). La obra del músico-escritor de Minnesota ha sido alabada en los cinco continentes, recibiendo innumerables galardones internacionales.

En mi opinión, premios aparte, Bob Dylan es uno de esos artistas difíciles de valorar sin considerar su momento y su entorno. Qué quieren que les diga, a mí me da cierta pereza. Pero existen dos razones por las cuales lo respeto al máximo. La primera es la influencia contrastable que ha tenido en grandísimas bandas a lo largo de la historia; la segunda, quizá la más curiosa, es que hay temas de Dylan aparentemente “normalillos” que se han convertido en extraordinarios al ser versionados por otros artistas. A continuación menciono algunos que me gustan especialmente:

“Mr. Tambourine Man” (The Byrds): Una de las muchas versiones de Dylan grabadas por el grupo californiano, que incorpora la marca inconfundible de la casa: sus grandiosas armonías vocales. Sobre “Tambourine”, declararon que era una canción “absolutamente perfecta para cantar a cuatro voces”.

“All along the watchtower” (U2): Versión tan simple como contundente grabada en directo en la gira de “Rattle and Hum”. El momento en la película es bastante divertido, ya que muestra al grupo “improvisando” de manera exagerada (Bono y The Edge mirándose el tono de la canción 5 minutos antes de salir al escenario, y preguntando si alguien les puede escribir la letra en un papel…).

“Knocking on heaven’s door” (Eric Clapton): Si como yo estáis hasta los apéndices nasales de la versión de Guns’n’Roses, escuchad la versión reggae de Clapton y os daréis un merecido respiro.

“I shall be released” (The Secret Policemen): Excelente versión en directo de este grupo ocasional formado para un concierto en beneficio de Amnistía Internacional. Sting y sus coleguillas gustándose.

“I’ll be your baby tonight” (Norah Jones): Gran calidad vocal y buen gusto a raudales. Norah Jones, en definitiva.

El Pulpo recuerda hoy a Dylan como máximo exponente de la importancia que la materia prima de calidad tiene en esa fábrica de emociones que es la música. Sinceramente agradecido, Mr. Zimmerman.