martes, 29 de enero de 2008

“Oh, you hate your job? Why didn’t you say so? There’s a support group for that. It’s called EVERYBODY, and they meet at the bar”
Drew Carey
La música y quienes de alguna manera la practican nunca comienzan en estudios de grabación ni en grandes estadios. El virus musical suele incubarse en algún lugar pequeño, familiar, en compañía de amiguetes –siempre- y bebidas espirituosas –frecuentemente. Todos los melómanos (practicantes o no) hemos tenido y tenemos un bar de referencia, en el que hemos escuchado música, visto a músicos en directo e incluso interpretado música (o algo parecido).

Algunos garitos otrora considerados poco menos que tugurios se han convertido en leyenda por haber servido como escenario de los comienzos de grandes bandas. The Cavern (Liverpool) o InDra (Hamburgo) tuvieron el privilegio de escuchar por primera vez a ciertos chavales, imberbes en aquella época, que harían historia. Unos años más tarde y al otro lado del charco, clubs como el CBGB albergaban los conciertos de otros melenudos insignes, enfundados en sus cazadoras de cremalleras.

También en España, y particularmente en Madrid, ha habido bares históricos, como el Penta, donde Antonio escuchaba canciones que conseguían que pudiera amar a la chica de ayer, o el Kwai (donde el tristemente desaparecido Constante suministraba cubatas a discreción a los chicos de Siniestro), o la cafetería de Periodismo, conocida como “la única cafetería de Madrid que tiene Facultad”.

El Pulpo, en su vuelta gradual a la red, recuerda hoy a los bares, no sólo los específicamente musicales, sino también los de toda la vida (en los que el mozo te pone “un trozo de bayonesa y un café, que a la señorita la invita monsieur”…), ya que en todos ellos hay música. La que sale por los altavoces y, sobre todo, la de las risas. Buena semana.

martes, 22 de enero de 2008


Con esto de los viajes de trabajo no hay quien escriba.... Esta vez ha tocado Oslo, ciudad cálida y acogedora donde las haya (especialmente en enero).....
En fin, me voy corriendo a ver si pillo por ahí algún entrecot de reno o similar. La semana que viene intentaré volver con alguna historia musical.
Sed buenos

martes, 15 de enero de 2008

“Éste no tiene por qué ser el himno definitivo”
Alejandro Blanco (Presidente del COE)

¡Viva España! Cantemos todos juntos con distinta voz y un solo corazón
¡Viva España! Desde los verdes valles al inmenso mar,
un himno de hermandad.
Ama a la patria pues sabe abrazar,
bajo su cielo azul, pueblos en libertad Gloria a los hijos que a la Historia dan
justicia y grandeza, democracia y paz.


Verdaderos ríos de tinta han generado estos versos durante los últimos días. Parece que a millones de españoles se les atragantó el desayuno el pasado viernes cuando leyeron en los diarios el texto seleccionado por el Comité Olímpico Español como nueva letra del himno de España.

Reconozco que no pude evitar sonreír al leer que el autor de la letra es un tal Paulino, natural de Granátula de Calatrava y de profesión parado. Este dato le da un toque panderetil al himno que ciertamente lo hace más entrañable. Sin embargo, a nuestra brillante clase política le faltó tiempo para dedicar todo tipo de críticas al texto en cuestión (debe ser de las pocas veces en las que todos se han puesto de acuerdo en algo; las campañas electorales a veces obran milagros). Que si el himno es ñoño, que si es rancio, que si se parece demasiado al de Pemán (esto último es fácilmente apreciable, aunque a la SGAE, lobby económico de moda y promotor de la idea junto con el COE, no ha parecido importarle demasiado), que si haches, que si erres…

¿A quién queremos engañar? En un país en el que no nos caracterizamos precisamente por nuestra unidad en torno a los símbolos nacionales, parece difícil llegar a un texto que convenza a todos. Esto sucede principalmente por dos razones; la primera es que tenemos la mala suerte de que la letra del himno debe ser en español. ¿No les parece chunga una canción cuya letra gire en torno a la frase “quiero cogerte de la mano”? Pues unos chiquillos de Liverpool vendieron millones de discos con este tema. Y la segunda y más importante razón es que los himnos no suelen ser creados como tal, sino como canciones que reflejan las circunstancias de los pueblos en algún momento determinado de su historia. Si no fuese así, no habría himnos que incitasen a levantarse a la “famélica legión”, o Sarkozy y sus compadres no cantarían “¡A las armas, ciudadanos! ¡Formemos a nuestros batallones!”, etc.

El himno sin letra es intemporal, original y, teniendo en cuenta como somos de puñeteros los oriundos de la piel de toro, casi perfecto. Y si de letra se trata, me quedo con la de “Que viva España”, de Manolo I El Grande.