martes, 29 de enero de 2008

“Oh, you hate your job? Why didn’t you say so? There’s a support group for that. It’s called EVERYBODY, and they meet at the bar”
Drew Carey
La música y quienes de alguna manera la practican nunca comienzan en estudios de grabación ni en grandes estadios. El virus musical suele incubarse en algún lugar pequeño, familiar, en compañía de amiguetes –siempre- y bebidas espirituosas –frecuentemente. Todos los melómanos (practicantes o no) hemos tenido y tenemos un bar de referencia, en el que hemos escuchado música, visto a músicos en directo e incluso interpretado música (o algo parecido).

Algunos garitos otrora considerados poco menos que tugurios se han convertido en leyenda por haber servido como escenario de los comienzos de grandes bandas. The Cavern (Liverpool) o InDra (Hamburgo) tuvieron el privilegio de escuchar por primera vez a ciertos chavales, imberbes en aquella época, que harían historia. Unos años más tarde y al otro lado del charco, clubs como el CBGB albergaban los conciertos de otros melenudos insignes, enfundados en sus cazadoras de cremalleras.

También en España, y particularmente en Madrid, ha habido bares históricos, como el Penta, donde Antonio escuchaba canciones que conseguían que pudiera amar a la chica de ayer, o el Kwai (donde el tristemente desaparecido Constante suministraba cubatas a discreción a los chicos de Siniestro), o la cafetería de Periodismo, conocida como “la única cafetería de Madrid que tiene Facultad”.

El Pulpo, en su vuelta gradual a la red, recuerda hoy a los bares, no sólo los específicamente musicales, sino también los de toda la vida (en los que el mozo te pone “un trozo de bayonesa y un café, que a la señorita la invita monsieur”…), ya que en todos ellos hay música. La que sale por los altavoces y, sobre todo, la de las risas. Buena semana.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

A mí, personalmente, los garitos musicales siempre me han encantado, sobre todo los cutres, con esos vinachos de barril y los siempre añorados floreros. En Ferroliño -que es bastante cutre- fue mítico Pepe, y siguen siéndolo la Posada, el Otro, y cualquiera de esos en los que amablemente nos "aturan". También recuerdo uno en Santiago, aunque no el nombre, al que íbamos muchas veces, sobre todo a escuchar a Andrés Suárez (Silvio, Sabina...). Una pena el fracaso del Jazz Club...
Los autocantores deberíais dedicar algún tema a esos locales en los que -aunque no seamos Antonio Vega-hemos vivido tantas cosas.
¡Cuánta nostalgia...!!!

P.D. ¿Para cuándo la próxima cuba-guitarrada ferrolana?

Anónimo dijo...

Coño el Penta, ¿malasaña no? bien cerquita del Tupperware y del Nueva Vision, ainsssss ¿por qué me sé estas cosas y no hacer una división con decimales?

Anónimo dijo...

Bar míticu, cutre y no muy musical (salvo porque Manu Chao grabó ahí su cancioncilla Me llaman calle - http://www.hipersonica.com/tag/manu+chao -), es El Palentino, en la calle Pez.
A los que no sois de Madrizzz, merece la pena ir, él de la barra es una reliquia, incorrupto desde 1982.
A seguir bien

Portarosa dijo...

La frase del principio es buenísima, en lo que respecta al trabajo.

Me alegro de tu vuelta, Mapache.

Anónimo dijo...

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Vuelve Rocky! Me lo debes, y lo sabes!!